Pedagoga y pionera de la educación inicial, esta docente
riojana creó jardines de infantes y escuelas, museos y bibliotecas en todo el
país durante casi medio siglo. Apostó por niños que pudieran jugar y aprender.
También adquirir habilidades prácticas y asociar la cultura nacional con el
conocimiento. Murió en 1950, a los 77 años, cuando iba a dar un curso de
formación docente.
Fue necesario cruzar llanuras, dejarse llevar por ríos
caudalosos, internarse por valles y cerros majestuosos. Fue necesario encontrar
a las infancias en esas mismas llanuras, en aquellos ríos, valles y montañas,
en su identidad y en los juegos apenas interrumpidos.
Fue necesario Rosario Vera Peñaloza, maestra y pedagoga,
para pensar la educación desde los primeros años de vida y como una
construcción creativa.
Fue a fines del siglo XIX, cuando la Argentina adoptaba la
fisonomía y organización impuesta por los vencedores de Caseros, cuando
Rosarito comenzó su tarea docente. La reforma del sistema de enseñanza, la formación docente y la creación
de jardines de infantes (y con ellos de la educación inicial) fue su principal
legado, que todavía perdura.
Fue el día de la Navidad de 1873, en Atiles -La Rioja-
cuando nació. Hija de Eloy Vera y de Mercedes Peñaloza, bisnieta del abuelo del “Chacho”, caudillo
federal de los Llanos. Resultó la menor de cuatro hermanas. No llegó a conocer
a su hermano varón, que falleció a poco de nacer.
Cuando tenía 10 años murió su papá y, tiempo después, su
madre. Se crió con su tía materna, Jesús Peñaloza Ocampo. Se trasladó a la casa
de unos parientes en San Juan para ir a la escuela primaria, donde entraría a
un aula por primera vez. Algo que no dejaría de hacer hasta tu muerte, setenta
años después.
DE LA NIÑA DE LOS LLANOS A LA MAESTRA DE
TODOS
De regreso a los Llanos ingresó en la Escuela Normal de La
Rioja, entonces dirigida por las maestras estadounidenses Annette Haven y
Bernice Avery, que Domingo Faustino Sarmiento había radicado en el país. En
1888 se graduó como Maestra Normal y cuatro años después ingresaría a la
Escuela Normal de Paraná, donde obtuvo el título de Profesora y recibiría la
influencia de Sara Chamberlain de Eccleston, su gran mentora.
El interés por la formación de los más chicos ya estaba
vivo en Rosario, quien en 1897 se graduó como Profesora de Kindergarten, en la
Escuela de Profesores de Jardín de Infantes de Paraná. Sólo tres años después, con el nacimiento del nuevo siglo,
fundaría el Jardín de Infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja.
Fue el
primer Jardín de Infantes de la Argentina y el puntapié inicial
de una larga serie de jardines creados en Córdoba, Buenos Aires y Paraná.
Diseñó planes de estudio y programas de educación preescolar. Se convirtió en
una pionera del Nivel Inicial, en una pedagoga inquieta e innovadora.
Entre sus labores también aparecen la de Inspectora de
Educación Física (1910), Directora de la Escuela Normal 1 “Roque Saenz Peña” en
Buenos Aires (1912), la fundación y dirección de la Escuela Normal 9 “Domingo
Faustino Sarmiento” y la de Directora de la Escuela Modelo Argentina (1918).
También participó, a pedido del Consejo Nacional de
Educación, de la fundación del Museo Argentino para la Educación Primaria
(1931). Instalado en el Instituto Bernasconi, se convirtió en un espacio de
investigación y formulación de propuestas educativas. Allí también se critalizó
uno de sus principales proyectos, el Pre-Escolar Felix Bernasconi.
Peñaloza no dejó de pensar nunca la educación. Impulsó su
renovación, una actualización acorde a las realidades y necesidades de los
niños. Para esto dictó cursos en casi todo el país, bregando por la enseñanza
popular. Apostó por nuevas técnicas y didácticas para jardines de infantes.
Además, brindó capacitación en la creación de bibliotecas.