LA
VENTA DE “ESTILOS DE VIDA” EN REDES SOCIALES
Las redes sociales venden un montón de productos y estilos
de vida. Ahí, al alcance de la mano, hay un mundo (o muchos) donde lo ideal
parece posible. La fantasía de que todo o casi todo puede ser perfecto se
instaló con fuerza en personas de distintas edades, generando impactos
emocionales y físicos.
Pero hay una, sumamente peligrosa -a la que hay que
prestarle mucha atención- porque produce un síndrome que afecta especialmente a
adolescentes y jóvenes que
quieren parecerse a las fotos con filtro que se sacan con sus celulares y suben
a las redes.
Porque ya no se trata solamente (y no es poco) de intentar
ser como los influencers del momento, sino que hacen consultas en los centros
de estética para someterse a tratamientos que les permitan verse como sus
propias fotos retocadas por la tecnología.
Celular en mano, chicos y chicas desde los 14 o 15 años se
presentan al médico especializado en estética o al cirujano y les dicen
(mostrando sus selfies distorsionadas por el filtro): "Haceme lo que haga falta para quedar
así".
PROBLEMA MUNDIAL QUE YA LLEGÓ A ROSARIO
El problema es mundial, pero ya llegó a Rosario, por eso
profesionales de la ciudad advierten sobre la importancia de detectar a tiempo
el desorden psicológico que se esconde detrás de la obsesión por conseguir en
la vida real el rostro virtual.
SÍNDROME DISMÓRFICO DE SNAPTCHAT
Este trastorno -que genera distintos síntomas- tiene un
nombre: síndrome
dismórfico de Snaptcha, y describe la obsesión que alguien puede tener
con sus fotos manipuladas por las distintas herramientas que traen las redes y
que permiten retoques de todo tipo.
Eso que ven en sus fotografías produce, en los más
vulnerables, que comiencen a rechazar su apariencia real y lleguen a odiarse
frente al espejo. Pueden tener trastornos de ansiedad, insomnio, depresión,
comportamientos compulsivos y obsesivos. Y no siempre los adultos lo advierten a tiempo.
Ayelén Brarda, médica especializada en medicina estética
(matrícula 17.018) -una de las directoras del centro de estética Brarda-
decidió iniciar una campaña de concientización sobre este tema al ver cómo
treparon las consultas. El fenómeno se incrementó desde la pandemia de Covid,
cuando la gente empezó a pasar mucho más tiempo en las redes, a observar su
rostro día a día en la pantalla (en las conversaciones virtuales) y a estar
mucho más pendiente de la imagen.
"Los
adolescentes, y también adultos hasta los 40 o 45 años, están demandando los
patrones de belleza que las redes sociales les venden. Esto de por sí es un
problema a la hora de definir un tratamiento objetivo, porque el ideal de
belleza está completamente influenciado, las expectativas superan ampliamente
la realidad y los resultados posibles terminan siendo los no esperados",
reflexiona la médica en diálogo con La Capital.
EN DETALLE
En los últimos años, explica, "se definió el concepto de síndrome dismórfico por
Snaptchat, llamado así porque esta red social fue la primera en incorporar
filtros (Instagram es otra de las redes en las que más uso y abuso hay de estas
herramientas digitales). Es un trastorno de autopercepción en el que las
personas quieren obtener un resultado estético igual al del filtro" .
Quienes padecen esta dismorfia "están obsesionados con defectos menores y
hasta inexistentes en su apariencia, y lo magnifican al punto de estar
dispuestos a someterse a cualquier tratamiento para obtener ese resultado, que
nunca puede ser real". Las expectativas que tienen "son
inviables" y "es una responsabilidad del médico, ante todo, detectar
este trastorno y no acceder a estas demandas".
El síndrome de Snaptchat, que no es una enfermedad sino un
conjunto de síntomas que provocan un cuadro determinado, fue descripto en
Estados Unidos, pero rápidamente sociedades científicas de Europa y otros
lugares del mundo lo tomaron al advertir que el problema era cada vez mayor. De
hecho, ya hay investigaciones publicadas en revistas especializadas y es una
temática que empieza a pisar fuerte en congresos y seminarios de estética y de
psiquiatría.
LO QUE PIDEN
Las aplicaciones que ofrecen filtros permiten sumar dibujos
(flores, coronitas, orejas de animales) que pueden resultar divertidos, pero
sobre todo hacen ediciones inmediatas que retocan mentón, nariz, pómulos,
borran arrugas o cicatrices y líneas de expresión, aumentan el tamaño de los
labios, achican o agrandan los ojos.
Los adolescentes y jóvenes, que tienen más manejo de estos
instrumentos, se "tunean"
hasta que esa foto que luego suben a sus perfiles o historias terminan siendo
muy diferentes a la apariencia que tienen en la vida real.
La doctora Brarda cuenta que todas las semanas recibe
consultas de menores (desde los 14 o 15 años, más chicas que varones) que están
totalmente decididos a hacerse tratamientos para afinar la nariz, marcar la
mandíbula, rellenar pómulos, levantar las cejas o tener los labios bien gruesos
y turgentes como lo logra el photoshop.
¿QUÉ HACE UN MÉDICO CUANDO SE PRESENTA
UNA SITUACIÓN ASÍ?
"Si son menores
de edad y quieren hacerse cualquier tratamiento, primero, deben venir con sus
padres o adulto a cargo; lo que intento es que me escuchen, darles una charla
sobre los riesgos de los procedimientos y explicarles que empezar demasiado
chicos con esos cambios es sumamente perjudicial. Salvo que se trate de un
problema puntual que requiere una intervención específica, no tratamos a los
menores. Obviamente, muchas de las chicas se van disconformes o frustradas y
sabemos que buscan que algún médico les haga la práctica que quieren, por eso
es tan importante la responsabilidad profesional, dice la especialista.
La edad de consulta fue bajando en los últimos años y el alerta debe encenderse
ya, según Brarda.
EN ROSARIO
En Rosario, por ejemplo, hay nenas de 8 o 10 años que para
sus cumples o Navidad quieren de regalo tratamientos de belleza con cremas o
productos faciales que suelen utilizar los adultos (rutinas de skincare).
MALESTAR Y SUFRIMIENTO
Marianela Sol Borrás, médica psiquiatra (matrícula 17.044)
y psicoterapeuta (quien también se especializó en trastornos de alimentación)
hizo referencia al perfil de los pacientes que presentan dismorfia de
Snaptchat. "Tienen
una preocupación excesiva por algún aspecto, rasgo o defecto de la imagen
corporal, una distorsión de esa imagen, lo que les genera angustia, perturba su
vida social y disminuye el funcionamiento global. Pueden también sufrir
síntomas depresivos y ansiedad social, sin tener conciencia de la implicancia
de las redes sociales en estos padecimientos".
La autopercepción, detalla la experta, "está relacionada con la
autoestima, que no es algo estático sino que se va construyendo a lo largo de
la historia de cada persona y de sus experiencias vividas. Hoy todo esto se
encuentra muy influenciado por el uso de pantallas. Recibimos constante
información relacionada con el aspecto físico, acompañada de likes y
comentarios que llevan a hacer comparaciones".
El hecho de poder eliminar las imperfecciones
autopercibidas del aspecto físico casi al instante, con los filtros, "produce una satisfacción
inmediata (sistema de recompensa mediado por dopamina) y por eso muchos
pacientes solicitan cirugía plástica o tratamientos estéticos esperando que las
cosas sucedan rápidamente, lo que, por lo general, es una expectativa poco
realista"
Borrás señala que "hay una cantidad enorme de personas que destinan
más horas a actividad en la red que a dormir. Este es uno de los puntos clave
para identificar el problema: la cantidad de tiempo que ocupan las
preocupaciones y pensamientos acerca de la imagen". La propia identidad
"se construye y se reconstruye a alta velocidad en las redes y puede
afectar nuestras conductas, según la aprobación o reacción de los demás".
"Estos cuadros
sintomáticos aumentaron considerablemente en tiempos de confinamiento",
coincide la psiquiatra.
El diagnóstico de este síndrome "es frecuentemente realizado por el cirujano
plástico o el especialista en medicina estética". Ese profesional
debe sugerir la derivación a un especialista en salud mental.
Ambas profesionales pidieron a los adultos que estén
atentos, que charlen con sus hijos, que observen si presentan cambios bruscos
en sus comportamientos, que midan el tiempo que pasan en las redes sociales a
través del teléfono celular o tablets, y busquen ayuda psicológica o
psiquiátrica de manera rápida si sienten que no pueden manejar la situación.
En tanto, "los médicos que hacemos estética debemos poner un límite a los
tratamientos cuando advertimos que puede estar pasando esto. Es una forma de
cuidar el presente y sobre todo el futuro de nuestros pacientes ",
enfatiza Brarda.
Fuente: La Capital de Rosario