La estrategia de recortar gastos para hacerle frente a la pérdida de poder adquisitivo y llegar a fin de mes se consolida entre las familias argentinas. Ya es habitual restringir, entre otras cosas, el consumo de primeras marcas de alimentos, ir a tomar un café o hacer un asado con amigos. Un estudio privado señaló, incluso, que el 67% de los hogares disminuyó sus compras del presupuesto habitual, con el ajuste más pronunciado entre los estratos socioeconómicos bajos (77%) y medianos (62%).
Así como algunas familias eligen achicar sus gastos, otras carecen de esa opción y tienen que endeudarse frente a sus bajos ingresos. De hecho, el 52% de los argentinos contrajo alguna deuda en lo que va del 2024. El dato resulta aún más impactante al observarse que esa cifra creció en diez puntos porcentuales en comparación con 2023.
Los más endeudados pertenecen a los niveles socioeconómicos más bajos (60%), según un estudio realizado por la Consultora Moiguer, en julio y agosto pasado, entre personas de 16 a 75 años. Esta complicación alcanzó al 48% de los entrevistados de clase media y al 39% de los consultados de nivel socioeconómico alto.
"En la Argentina, cuando hablamos de deuda, inmediatamente pensamos en la deuda pública, rondas de negociaciones con el FMI o diferentes acreedores externos. Y paradójicamente, no les prestamos atención a aquellas deudas que nos atraviesan cotidianamente y tienen que ver con nuestro bienestar, con las posibilidades de ascenso social, y definen las expectativas sobre el futuro de las familias", explicó Ariel Wilkis, autor del libro “Una historia de cómo nos endeudamos: créditos, cuotas, intereses y otros fantasmas de la experiencia argentina”.
En diálogo con Crónica, el sociólogo e investigador del Conicet identificó dos tendencias en el escenario actual: "Por un lado, se ve un aumento del endeudamiento a raíz de la caída de los ingresos y el estancamiento de los salarios. Entonces, las deudas están ahí para lidiar con la urgencia de llegar a fin de mes y resolver necesidades inmediatas, como la cuestión de dinero para pagar medicamentos, como está sucediendo con los jubilados".
"Y al mismo tiempo -continuó Wilkis-, hay procesos incipientes de la oferta de crédito por parte del sector bancario, a medida que la inflación, por lo menos hasta ahora, venía bajando. Los bancos empiezan a prestar más dinero y esos préstamos pueden servir para que los hogares, en vez de financiarse a través de mecanismos informales para sus gastos corrientes, utilicen las tarjetas de crédito. Y permiten, también, que los sectores más holgados saquen más ventajas en la coyuntura donde la caída del salario y de los ingresos reales marcan el contexto".
De acuerdo con el estudio mencionado, el 56% se endeudó con bancos o entidades financieras; el 20% con un familiar o amigo; el 10% otros y el 14% prefirió no contestar.
"En contextos de crisis, crecen los préstamos entre familiares o interpersonales. Eso es muy propio del caso argentino. Cuando hay crisis económicas, las familias son el primer lugar para prestar a sus propios familiares frente a las necesidades", explicó Wilkis.
El sociólogo comparó, por último, las deudas actuales de los argentinos con las registradas en los 80 y parte de los 90. "Las familias iban antes al mercado de crédito a comprar futuro. Iban a buscar un crédito hipotecario, sobre todo, o un crédito prendario para comprar un auto. Y hoy, con crisis económicas y dinámicas inflacionarias recurrentes, van a buscar instrumentos de crédito que le permitan resolver la falta o la ausencia de ingresos para comprar alimentos o medicinas. O también, para pagar expensas, alquileres, o deudas contraídas en el pasado", concluyó.