Pueblito de olvido que tiempos pasados tus industrias le daban su sonido a futuro, a quien en tus tierras habitaban. Plazas de tierras donde cada raspón de rodilla era una marcha imborrable de niños felices.

Calles polvorientas, dónde el ir a buscar la provista era el plan perfecto para un encuentro enchamigado con peones de otros barrios.

El cine, televisor blanco y negro gigante, donde disfrutabas de películas que luego las narrabas a tu gusto cuando regresabas lleno de emoción.

Villa Ocampo. Hoy ciudad, dónde el abandono y las malezas silenciaron a las industrias.

Plazas de cemento, donde cada juego es una invitación a corridas inoportunas a alguna salita de primeros auxilios cercana.

Calles asfaltadas, dónde motos sin papeles ni luces y autos manejados por menores llevan la atención humana hasta sus límites.

Del cine como tantos otros lugares de encuentros solo queda el recuerdo.

Hoy los ocampense se reúnen en la salida ( o la entrada) según cada uno; música de carribares hacen ameno el momento, celulares en mano sin importar a quien tenemos al lado y que el reloj siga girando.

Villa Ocampo: Mi pueblito. hoy una gran ciudad, donde el progreso quiere darnos un guiño de esperanzas. Custodiada a lo lejos por tres gigantes dormidos que esperan que alguien venga a despertarlos, a pesar de los pesares; nos alienta a no bajar los brazos.

César Marcelo Godoy. 16/11/2024